Por: Emmanuel Raju | Emily Boyd | Friederike Otto
Los desastres ocurren cuando los peligros se unen a la vulnerabilidad. Debemos reconocer los componentes causados por el humano tanto en la vulnerabilidad como en el peligro y hacer énfasis en la capacidad humana para reducir proactivamente los impactos de los desastres.

durante el fenómeno del Niño Costero de 2017 en Piura, Perú. Foto por: Practical Action
Los peligros naturales como las inundaciones, las sequías y las olas de calor se convierten en desastres como resultado de la vulnerabilidad de la sociedad, es decir, la susceptibilidad de las personas, las sociedades y los ecosistemas a sufrir daños. A menudo, la situación social, política y económica de las personas determina la forma en que se producen los impactos diferenciales y desproporcionados. Además, muchos peligros naturales no son sólo procesos naturales, sino que se han hecho más frecuentes y más intensos por el cambio climático provocado por el ser humano. Esto ha sido reconocido desde hace tiempo (también aquí y aquí), pero los desastres siguen siendo interpretados como un «acto de Dios» o descritos como «naturales».
En este artículo sostenemos que un discurso en el que se comunique claramente el papel de la actividad humana en los desastres -en lugar de culpar a la naturaleza o al clima- será más adecuado para un enfoque proactivo, equitativo y, en definitiva, exitoso para reducir el impacto de los desastres.
“Culpar a las causas naturales crea una narrativa de crisis políticamente conveniente utilizada para justificar leyes y políticas reactivas ante los desastres”
Del peligro al desastre
Al llamar a los peligros relacionados con el clima, como las inundaciones, las sequías y las olas de calor, «catástrofes climáticas» o «naturales», sugiere que los desastres son independientes de la vulnerabilidad. No es así. Y la vulnerabilidad a menudo se construye (también aquí); ejemplos de ello son los procesos de urbanización no planificados, la injusticia sistemática (como la exclusión de algunas personas del acceso a recursos) y la marginación por motivos de religión, casta, clase, etnia, género o edad. La vulnerabilidad es, entonces, producto de procesos sociales y políticos que incluyen elementos de poder y (mala) gobernanza. Estas desigualdades estructurales se crean de forma a menudo deliberada y están ancladas en las estructuras sociales y políticas.
Por ejemplo, en las zonas urbanas, los peligros naturales se convierten en desastres debido a procesos de planificación urbana inadecuados que no tienen en cuenta los riesgos. El resultado es una infraestructura inadecuada, una falta de mecanismos de apoyo social que podrían reducir los impactos o ayudar a la recuperación de desastres anteriores, y procesos que empujan a los grupos de personas más vulnerables a vivir en zonas peligrosas. Esto provoca impactos desproporcionados (pérdidas y daños visibles e invisibles), especialmente cuando hay múltiples amenazas al mismo tiempo. Este tipo de impactos se han visto durante la actual pandemia por COVID-19: la pandemia por COVID-19 en combinación con otros peligros naturales en muchas partes del mundo puede haber provocado mayor vulnerabilidad en poblaciones ya vulnerables, lo que se denomina vulnerabilidad agravada. Por ejemplo, durante la pandemia, la falta de acceso a los sistemas de salud en muchos contextos, junto con la falta de otros sistemas de protección social, y las deficientes medidas de reducción del riesgo de desastres y de gobernanza, han empeorado los impactos de estos peligros.
Aceptar la responsabilidad
Culpar a la naturaleza o al clima de los desastres desvía la responsabilidad. Es la influencia humana la que produce la vulnerabilidad. Señalar las causas naturales crea una narrativa de crisis políticamente conveniente utilizada para justificar leyes y políticas reactivas ante los desastres. Por ejemplo, es más fácil para los gobiernos municipales culpar a la naturaleza en lugar de abordar la vulnerabilidad social y física causada por el hombre. La desviación de la responsabilidad también conduce a la permanencia de un statu quo desigual en el que las personas más vulnerables de la sociedad son las más afectadas una y otra vez en cada desastre. Un discurso que atribuye los desastres a la naturaleza facilita una vía de escape sutil para los responsables de la creación de la vulnerabilidad.
Hacia un cambio de perspectiva
Las evaluaciones de los peligros relacionados con el clima se centran con demasiada frecuencia en indicadores a escalas de espacio que se basan en puntos de cuadrícula de los modelos climáticos, como el día más caluroso del año para indicar el cambio en el calor extremo o los fenómenos meteorológicos más extremos. En cambio, para ayudar a reducir los impactos de las catástrofes, sería más informativo evaluar los peligros mediante escalas temporales y espaciales que sean relevantes desde el punto de vista del riesgo y la vulnerabilidad, como por ejemplo, observar las olas de calor que cruzan un determinado umbral de temperatura en las ciudades, en uno o varios días, en lugar de estimar los extremos de calor a escala nacional. Las escalas espaciales de evaluación pueden marcar una gran diferencia: se ha estimado que la ola de calor europea de 2018 se ha vuelto 30 veces más probable debido al cambio climático, pero el calor extremo durante los 3 días en los que la mortalidad fue más alta solo se volvió entre 2 y 5 veces más probable en ciudades europeas individuales.

La climatología y la atribución tienen un papel importante que cumplir, por ejemplo, a la hora de determinar si el cambio climático inducido por el hombre es un factor clave para los peligros. Esto es importante: cuando el cambio climático ha incrementado el riesgo, es probable que el peligro empeore con el tiempo, y las observaciones previas son cada vez menos relevantes. La atribución del cambio climático también debe utilizarse para comunicar qué desastres son hoy parcial o completamente resultado del cambio climático inducido por el hombre.
A raíz del 6º Informe de Evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, existe la oportunidad de reflexionar y actuar. Los impactos de los desastres pueden reducirse drásticamente. Debemos dejar de culpar a la naturaleza o al clima por los desastres, y poner la vulnerabilidad y la equidad en el centro de las leyes y políticas proactivas y comprometidas con los desastres. Esta simple reorientación conceptual es un punto de partida necesario para identificar y promover soluciones estructurales, sistemáticas y facilitadoras que transformen las sociedades para que sean más equitativas y resilientes a largo plazo.
Este blog se publicó originalmente como comentario en la revista Communications Earth & Environment el 10 de enero de 2022. Puedes leer el original aquí.
comentarios